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por: https://www.caminoespírita.blogspot.com Chile – 2014
DEL LIBRO, COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS
por Allan Kardec
ORACIONES PARA SÍ
MISMO...
Acto
de Sumisión y Resignación.
Prefacio.
Cuando
tenemos algún motivo de aflicción, si buscamos la causa descubriremos muchas veces que ella es la consecuencia de nuestra
imprudencia e imprevisión, o de una acción anterior, en cualquiera de estos
casos, a nadie debemos culpar sino a nosotros mismos. Si la causa de una
desgracia es independiente de toda participación nuestra, es una prueba para esta
vida o la expiación de una existencia pasada, y en este último caso, la naturaleza
de la expiación puede hacernos conocer la naturaleza de la falta, porque
siempre somos castigados por donde hemos pecado.
En lo
que nos aflige, en general, sólo vemos el mal presente, y no las
consecuencias ulteriores favorables que
esto puede tener. El bien es muchas veces consecuencia del mal pasajero, como la curación de un enfermo es
resultado de los medios dolorosos que se han
empleado para obtenerla. En todos los casos debemos someternos a la
voluntad de Dios y soportar con valor las tribulaciones de la vida, si queremos
que se nos tome en cuenta, y que se apliquen a nosotros estas palabras de
Cristo:
"Bienaventurados los que sufren".
ORACIÓN.
Dios mío, eres
soberanamente justo, todo sufrimiento en la Tierra, debe pues, tener su causa y
su utilidad. Acepto la aflicción que acabo de experimentar, como una expiación
de mis faltas pasadas y como una prueba
para el porvenir.
Espíritus
buenos que me protegéis, dadme fuerza para soportarla sin murmurar, haced que
para mí sea una advertencia saludable, que aumente mi experiencia y que derrote
en mí el orgullo, la ambición, la necia vanidad y el egoísmo, y que contribuya
de este modo a mi adelanto.
OTRA ORACIÓN.
Siento, Dios mío, la
necesidad de rogarte que me des fuerza para sobrellevar las pruebas que habéis
tenido a bien enviarme. Permite que la luz sea suficientemente intensa en mi
Espíritu, a fin de que aprecie la magnitud de un amor que me aflige porque
quiere mi salvación. Me someto con resignación, oh Dios mío, pero por desgracia
la criatura humana es tan débil, que temo
desfallecer si no me sostienes. No me abandones, Señor, porque sin tí
nada puedo.
OTRA ORACIÓN.
He levantado mis ojos
hacía tí, oh Eterno, y me he sentido fortificado. Tú eres mi fuerza: no me abandones, ¡oh Dios! ¡Estoy abatido
bajo el peso de mis iniquidades! ayúdame. ¡Tú conoces la debilidad de mi carne,
no apartes tu mirada de mi!
Una sed
ardiente me devora: haz que brote un manantial de agua viva, y en él saciaré
mi sed. Que mi boca sólo se abra para cantar tus alabanzas y no para murmurar
en las aflicciones de mi vida. Soy débil, Señor, pero tu amor me sostendrá.
¡Oh
Eterno! Tú sólo eres grande, tú sólo eres el fin y el objetivo de mi vida.
Bendito sea tu nombre si me haces
sufrir, porque tú eres el Señor y yo el servidor infiel, inclinaré la frente
sin quejarme, porque sólo tú eres grande.