domingo, 25 de enero de 2015

14 - AUDIO Y TEXTO (Oraciones Espíritas)

ALLAN KARDEC 



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por:  https://www.caminoespírita.blogspot.com                         Chile – 2014


DEL LIBRO, COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS
                                                                                                                                                                                                                         por Allan Kardec



ORACIONES PARA OTRO...

                              Cuando se Prevé la Proximidad de la Muerte.



               Prefacio.

               La fe en el porvenir, la elevación del pensamiento durante la vida, hacia los destinos  futuros, ayudan al pronto desprendimiento del Espíritu, debilitando los lazos que lo retienen al cuerpo, y muchas veces no se ha concluido aún la vida del cuerpo, cuando el Alma impaciente ha remontado el vuelo hacia la inmensidad. Lo contrario sucede al hombre que concentra todos  sus   pensamientos en las cosas  materiales,  pues los lazos son tenaces, "la separación es penosa y dolorosa", y el despertar de ultratumba está lleno de turbación y de ansiedad.



               ORACIÓN.

               Dios mío, yo creo en ti y en vuestra bondad infinita, por esto no puedo creer que hayas   dado la inteligencia al hombre para conocerte y la aspiración al porvenir para después sumergirlo en la nada.
               Creo que mi cuerpo es sólo la envoltura perecedera de mi Alma, y que cuando haya  cesado de vivir, me despertaré en el mundo de los Espíritus.
Dios todopoderoso, siento romperse los lazos que unen mi Alma al cuerpo, y muy pronto voy a dar cuenta del empleo hecho de la vida que dejo.
               Voy  a  sufrir las consecuencias del bien o del mal que hice, allí no hay ilusiones, no hay subterfugio posible, todo mi pasado va a desenvolverse delante de mí, y seré juzgado según mis obras.
               Nada me llevaré conmigo de los bienes de la tierra: honores, riquezas,
satisfacciones de la vanidad y del orgullo, todo lo que pertenece al cuerpo, en fin, va a quedar  aquí en la tierra, ni la más pequeña de las cosas me acompañará, ni me será de utilidad alguna en  el mundo de los Espíritus. Sólo llevaré conmigo lo que pertenece al Alma, es decir, las buenas y las  malas cualidades, que se pesarán en la balanza de una rigurosa justicia, y seré juzgado con tanta más severidad cuanto mayor haya sido el número de ocasiones que tuve para hacer el bien, y no  lo hice, conforme a la posición que ocupé en la Tierra.
               ¡Dios de misericordia, que llegue hasta tí mi arrepentimiento!. Dígnate cubrirme con el manto de tu indulgencia.
                Si fuera tu voluntad prolongar mi existencia, que lo que reste de ella sea empleado para  reparar, tanto como de mí dependa, el mal que he podido hacer. Si mi hora ha llegado, llevo   conmigo el pensamiento consolador de que me será permitido redimirme por medio de nuevas  pruebas a fin de merecer un día la felicidad de los elegidos.
               Si no me es permitido gozar inmediatamente de esta felicidad suprema, que sólo  pertenece al justo por excelencia, sé que la esperanza no está definitivamente perdida para mí, y  que mediante el trabajo, alcanzaré la meta, más tarde o más temprano, según mis esfuerzos.
               Sé que buenos Espíritus y mi ángel de la guarda están cerca de mí, para recibirme, que  dentro de poco les veré como ellos me ven. Sé que volveré a encontrar a los que he amado en la tierra, "si lo he merecido", y los que dejo vendrán a unirse conmigo para que un día estemos juntos para siempre, y que mientras tanto, podré venir a visitarles.
               Sé también que voy a encontrar a los que he ofendido; les ruego que me perdonen todo  lo que puedan reprocharme:  mi orgullo, mi crueldad, mis injusticias, a fin de que en su presencia no me abrume la verguenza.
               Perdono a todos los que me han hecho o han querido hacerme mal en la tierra, no tengo  contra ellos ninguna mala voluntad, y ruego a Dios que les perdone.
               Señor, dadme fuerzas para dejar sin pesar los placeres groseros de este mundo, que nada son al lado de los goces puros del mundo en que voy a entrar.  Allí, para el justo ya no hay  tormentos, sufrimientos, ni miserias, sólo sufre el culpable, pero siempre le queda la esperanza.
               A vosotros Espíritus buenos, y a tí, mi ángel de la guarda, haced que no flaquee en este instante supremo, haced que resplandezca ante mí la luz divina para que se reanime mi fe si llegase a vacilar.


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