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por: https://www.caminoespírita.blogspot.com Chile – 2014
DEL LIBRO, COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS
por Allan Kardec
ORACIONES PARA OTRO...
Cuando
se Prevé la Proximidad de la Muerte.
Prefacio.
La fe en
el porvenir, la elevación del pensamiento durante la vida, hacia los
destinos futuros, ayudan al pronto
desprendimiento del Espíritu, debilitando los lazos que lo retienen al cuerpo,
y muchas veces no se ha concluido aún la vida del cuerpo, cuando el Alma
impaciente ha remontado el vuelo hacia la inmensidad. Lo contrario sucede al
hombre que concentra todos sus pensamientos en las cosas materiales,
pues los lazos son tenaces, "la separación es penosa y
dolorosa", y el despertar de ultratumba está lleno de turbación y de
ansiedad.
ORACIÓN.
Dios mío, yo creo en ti y
en vuestra bondad infinita, por esto no puedo creer que hayas dado la inteligencia al hombre para
conocerte y la aspiración al porvenir para después sumergirlo en la nada.
Creo que
mi cuerpo es sólo la envoltura perecedera de mi Alma, y que cuando haya cesado de vivir, me despertaré en el mundo de
los Espíritus.
Dios todopoderoso, siento romperse los lazos que unen mi
Alma al cuerpo, y muy pronto voy a dar cuenta del empleo hecho de la vida que
dejo.
Voy a
sufrir las consecuencias del bien o del mal que hice, allí no hay
ilusiones, no hay subterfugio posible, todo mi pasado va a desenvolverse
delante de mí, y seré juzgado según mis obras.
Nada me
llevaré conmigo de los bienes de la tierra: honores, riquezas,
satisfacciones de la vanidad y del orgullo, todo lo que
pertenece al cuerpo, en fin, va a quedar
aquí en la tierra, ni la más pequeña de las cosas me acompañará, ni me será
de utilidad alguna en el mundo de los Espíritus.
Sólo llevaré conmigo lo que pertenece al Alma, es decir, las buenas y las malas cualidades, que se pesarán en la
balanza de una rigurosa justicia, y seré juzgado con tanta más severidad cuanto
mayor haya sido el número de ocasiones que tuve para hacer el bien, y no lo hice, conforme a la posición que ocupé en
la Tierra.
¡Dios de
misericordia, que llegue hasta tí mi arrepentimiento!. Dígnate cubrirme con el
manto de tu indulgencia.
Si fuera tu voluntad prolongar mi existencia,
que lo que reste de ella sea empleado para
reparar, tanto como de mí dependa, el mal que he podido hacer. Si mi
hora ha llegado, llevo conmigo el
pensamiento consolador de que me será permitido redimirme por medio de
nuevas pruebas a fin de merecer un día
la felicidad de los elegidos.
Si no me
es permitido gozar inmediatamente de esta felicidad suprema, que sólo pertenece al justo por excelencia, sé que la
esperanza no está definitivamente perdida para mí, y que mediante el trabajo, alcanzaré la meta,
más tarde o más temprano, según mis esfuerzos.
Sé que
buenos Espíritus y mi ángel de la guarda están cerca de mí, para recibirme,
que dentro de poco les veré como ellos
me ven. Sé que volveré a encontrar a los que he amado en la tierra, "si lo
he merecido", y los que dejo vendrán a unirse conmigo para que un día estemos
juntos para siempre, y que mientras tanto, podré venir a visitarles.
Sé
también que voy a encontrar a los que he ofendido; les ruego que me perdonen
todo lo que puedan reprocharme: mi orgullo, mi crueldad, mis injusticias, a
fin de que en su presencia no me abrume la verguenza.
Perdono
a todos los que me han hecho o han querido hacerme mal en la tierra, no
tengo contra ellos ninguna mala
voluntad, y ruego a Dios que les perdone.
Señor,
dadme fuerzas para dejar sin pesar los placeres groseros de este mundo, que
nada son al lado de los goces puros del mundo en que voy a entrar. Allí, para el justo ya no hay tormentos, sufrimientos, ni miserias, sólo
sufre el culpable, pero siempre le queda la esperanza.
A
vosotros Espíritus buenos, y a tí, mi ángel de la guarda, haced que no flaquee
en este instante supremo, haced que resplandezca ante mí la luz divina para que
se reanime mi fe si llegase a vacilar.