lunes, 19 de enero de 2015

1 - AUDIO Y TEXTO (Oraciones Espíritas)

ALLAN KARDEC



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por:  http://www.caminoespírita.blogspot.com                         Chile – 2014
   
DEL LIBRO, COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS
                                                                                                                                                                                                                       por Allan Kardec


I.- ORACIÓN DOMINICAL.


I. "¡PADRE NUESTRO, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS,
     SANTIFICADO SEA TU NOMBRE!"...

          Creemos en tí, Señor, porque todo revela tu poder y tu bondad. La armonía del Universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión tales, que  superan todas las facultades humanas, el nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscrito en todas las obras de la Creación, desde el tallo de la más pequeña planta y desde el más pequeño insecto, hasta los astros que se mueven en el espacio, en todas   partes vemos la prueba de tu cuidado paternal, por eso, ciego es el que no te reconoce en tus obras, orgulloso es el que no te alaba, e ingrato el que no te da las gracias.

II. "¡VENGA A NOSOTROS TU REINO!"

Señor, has dado a los hombres leyes plenas de sabiduría, que los harían felices si  las observaran, con esas leyes harían reinar entre ellos la paz y la justicia, se ayudarían  mutuamente en vez de perjudicarse como lo hacen, el fuerte sostendría al débil en lugar de abrumarlo, evitando los males que engendran los abusos y los excesos de todas clases. Todas las miserias de la Tierra tienen su origen en la violación de tus leyes, porque no hay una sola infracción que no tenga fatales consecuencias.
          Has dado al animal el instinto, que le traza el límite de lo necesario, y  automáticamente se conforma a él, pero al hombre además de su instinto, le diste la  inteligencia y la razón, también le has dado la libertad de cumplir o de infringir aquellas de tus leyes que le conciernen específicamente, es decir, le has dado la libertad de elegir  entre el bien y el mal, a fin de que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.
          Nadie puede alegar que ignora tus leyes, pues con tu providencia paternal has querido que estuviesen grabadas en la conciencia de cada uno, sin distinción de cultos ni de naciones, los que las violan, es porque te desconocen.
          Llegará un día, según tu promesa, en que todos las practicarán, entonces la incredulidad habrá desaparecido, todos te reconocerán como el Soberano Señor de todas  las cosas, y el reinado de tus leyes será el de tu reino en la Tierra.
          Dígnate Señor, apresurar su advenimiento, dando a los hombres la luz necesaria  para conducirlos al camino de la verdad.


III. "¡HÁGASE TU VOLUNTAD,
       ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO!".

          Si la sumisión es un deber del hijo para con su padre y del inferior para con su Superior ¡cuánto más grande debe ser la de la criatura para con su Creador!, Hacer tu  voluntad, Señor, consiste en respetar tus leyes y someterse sin murmurar a tus  designios   divinos, el hombre se someterá a ellos, cuando comprenda que sois origen de toda  sabiduría, y que sin vos nada puede, entonces respetará tu voluntad en la Tierra, como los elegidos la respetan en el Cielo.

IV. "EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA, DÁNOSLO HOY".

          Danos el alimento para conservar las fuerzas del cuerpo, danos también, el alimento espiritual para desarrollar nuestro Espíritu.
          El animal, encuentra su comida, pero el hombre debe su sustento a su propia   actividad y a los recursos de su inteligencia porque lo creaste libre.
          Tú le has dicho: "Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente", así   transformaste el trabajo en una obligación, a fin de que los hombres ejerciten su  inteligencia, buscando los medios de proveer sus necesidades y su bienestar, los unos  por  el trabajo material, y los otros por el trabajo intelectual, sin el trabajo quedaría estacionado  y no podría aspirar a la felicidad de los Espíritus Superiores.
          Ayudas al hombre de buena voluntad que confía en ti, para obtener lo necesario, pero no al hombre que se complace en la ociosidad, que todo quisiera obtenerlo sin  esfuerzo, ni  al  que busca lo superfluo.

          ¡Cuántos hay que sucumben por su propia falta, por su desidia, por su imprevisión o  su  ambición, y por no haber querido contentarse con lo que les habéis  dado!  Esos son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho de quejarse, porque son castigados  por donde han pecado.      
          Pero ni aún a esos abandonáis porque sois infinitamente misericordioso, sino que les tendéis una mano caritativa desde el momento en que como el hijo pródigo, vuelve sinceramente a ti.
          Antes de quejarnos de nuestra suerte, preguntémonos si es producto de nuestras  propias acciones, a cada desgracia que nos sucede, preguntémonos si  hubiese dependido de nosotros el evitarla, pero digamos también  que Dios nos ha dado la inteligencia para salir del atolladero, y que de nosotros depende el hacer uso de ella.
          Puesto que la ley del trabajo es la condición del hombre en la Tierra, concédenos el valor y la fuerza para cumplirla, dadnos también  la prudencia, la previsión y la moderación, con el fin de no perder el fruto de este trabajo.
          Dadnos pues, Señor, nuestro  pan de cada día, es decir, los medios de adquirir con el trabajo las cosas necesarias de la vida, porque nadie tiene derecho de reclamar lo superfluo. 
Si nos es  imposible  trabajar, confiamos  en  vuestra Divina Providencia.
           Si entra en vuestros designios el probarnos por las más duras privaciones, a pesar de nuestros esfuerzos, las aceptamos como justa expiación de las faltas que hayamos podido cometer en esta vida o en una vida precedente, porque eres justo, sabemos que no  hay penas inmerecidas, y que jamás castigas sin causa.
          Preservadnos, Dios mío, de envidiar a los que poseen lo que nosotros no tenemos, ni contra aquellos que tienen lo superfluo cuando a nosotros nos hace falta lo necesario.  Perdonadles si olvidan la ley de caridad y de amor al prójimo que les habéis enseñado.
          Aparta también de nuestro Espíritu el pensamiento de negar tu justicia, viendo prosperar al malo, y al hombre de bien sumergido algunas veces en la desgracia.
          Gracias a las nuevas enseñanzas que tuviste a bien darnos, sabemos ahora que tu justicia se cumple inexorablemente sin excluir a nadie, que la prosperidad material del  malvado es efímera como lo es también su existencia corporal, y que sufrirá terribles contratiempos, mientras que la alegría reservada al que sufre con resignación será eterna.

V.- "PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASÍ COMO    
       NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES".                           
      "PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS, ASÍ COMO
       NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS HAN  
       OFENDIDO".

          Cada una de nuestras infracciones a tus leyes, Señor, es una ofensa que te hacemos, y una deuda contraída, que tarde o temprano tendremos que saldar.Te  solicitamos que nos las perdones por tu infinita misericordia, y os prometemos esforzarnos para no contraer nuevas deudas.
          Tú nos has impuesto como ley expresa la caridad, pero la caridad no sólo consiste en asistir a nuestros semejantes en sus necesidades:consiste también en el olvido y en el  perdón de las ofensas. ¿Con qué derecho reclamaríamos tu indulgencia, si nosotros  mismos no la aplicáramos en relación con aquellos de quienes nos quejamos?
          ¡Dadnos Dios mío!  la fuerza para reprimir en nuestra Alma todo sentimiento, de odio y de rencor, "haz que la muerte no nos sorprenda con deseos de venganza en el corazón".  Si hoy mismo os place el quitarnos la vida, haz que podamos presentarnos  ante tí, limpios  de toda animosidad, a ejemplo de Cristo, cuyas últimas palabras fueron de clemencia  para  sus verdugos.
          Las persecuciones que nos hacen padecer los malos, son parte de nuestras pruebas terrenales y debemos aceptarlas sin murmurar, al igual que todas las otras pruebas, y no maldecir a aquéllos que con sus maldades nos facilitan la senda hacia la felicidad eterna,  puesto que nos dijiste por boca de Jesús: "¡Felices los que sufren por la justicia!" bendigamos pues, la mano que nos hiere y nos humilla, porque las heridas del cuerpo  fortifican  nuestra  Alma, y  seremos elevados a consecuencia de nuestra humildad.
          Bendito sea tu nombre, Señor, por habernos enseñado que nuestra suerte no está  irrevocablemente fijada después de la muerte, y que encontraremos en otras existencias los medios de rescatar y de reparar nuestras faltas pasadas, cumpliendo en una nueva, lo  que no podemos hacer en esta, para nuestro adelanto.
          Con esto se explican, por último, todas las aparentes anomalías de la vida, pues es  la luz derramada sobre nuestro pasado y nuestro porvenir, la señal evidente de tu  soberana justicia y de tu bondad infinita.

VI. "NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN,
       MÁS LÍBRANOS DE TODO MAL''

Dadnos Señor, fuerza para resistir a las sugestiones de los malos Espíritus que intentan desviarnos del camino del bien, inspirándonos malos pensamientos.
          Pero nosotros mismos somos Espíritus imperfectos encarnados en la Tierra, para  expiar y mejorarnos. La causa primera del mal reside en nosotros, y los malos Espíritus no  hacen más que aprovecharse de nuestras inclinaciones viciosas, en las cuales nos mantienen para tentarnos.
          Cada imperfección es una puerta abierta a su influencia, mientras que son impotentes y renuncian a toda tentativa contra los seres  perfectos. Todo lo que nosotros podamos hacer para separarlos, es inútil, si no les oponemos una voluntad inquebrantable en el bien, renunciando absolutamente al mal. Es pues, necesario, dirigir nuestros   esfuerzos hacia nosotros mismos, y entonces los malos Espíritus se alejarán naturalmente,  porque el mal es el que los atrae, mientras que el bien los rechaza.
          Señor, danos amparo en relación con nuestra debilidad, inspirándonos a través de la voz de nuestros ángeles custodios y los Buenos Espíritus, la voluntad de corregirnos de nuestras imperfecciones, con el fin de cerrar a los Espíritus impuros el acceso a nuestra Alma.
          El mal no es obra tuya, Señor, porque la fuente de todo bien, no puede generar nada malo, nosotros  mismos  somos  los  que creamos el mal, infringiendo  vuestras leyes  por  el mal uso que hacemos de la libertad que nos has dado. Cuando los hombres observen tus leyes, el mal desaparecerá de la Tierra como ha desaparecido de los mundos más avanzados. 
          El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo parece irresistible a los que se complacen con él.
Si tenemos la voluntad de hacer el mal, tendremos también la de hacer el bien, por eso, Dios mío, solicitamos tu asistencia y la de los Buenos Espíritus para resistir a la tentación.

VII. "ASÍ SEA".

          ¡Sea tu voluntad, Señor, que nuestros deseos se cumplan!, no obstante nos  inclinamos ante tu sabiduría infinita. Sobre todas las cosas que no nos es dado  comprender, se haga tu santa voluntad, y no la nuestra, porque sólo quieres nuestro bien y sabes mejor que nosotros lo que nos conviene.
          Te dirigimos esta plegaria, ¡oh Dios!, por nosotros mismos, y también por todas las   Almas que sufren, encarnadas o desencarnadas, por nuestros amigos y nuestros   enemigos, por todos aquellos que pidan nuestra asistencia, y en particular por: ...............................,

                                  Para todos suplicamos, tu misericordia y tu bendición.


          Nota.- Ahora se  pueden  formular  las gracias a Dios por lo que nos haya concedido, y lo que cada uno quiera  pedir para si, o para otro.
          Para suplir el vacío que la concisión de esta oración deja en el pensamiento, según  la recomendación y con la asistencia de los Buenos Espíritus, se ha añadido un   comentario a cada preposición de esta plegaria, que desarrolla su sentido y enseña sus aplicaciones.
          Según las circunstancias y el tiempo disponible, se puede decir la Oración Dominical: 
                                                       "en su forma simple, o en la desarrollada".



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