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por: http://www.caminoespírita.blogspot.com Chile –
2014
DEL LIBRO, COLECCIÓN DE
ORACIONES ESPÍRITAS
por Allan Kardec
I.- ORACIÓN DOMINICAL.
I.
"¡PADRE NUESTRO, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS,
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE!"...
Creemos en tí, Señor, porque todo revela tu poder y tu bondad. La armonía del Universo es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión tales, que superan todas las facultades humanas, el nombre de un ser soberanamente grande y
sabio está inscrito en todas las obras de la Creación,
desde el tallo de la más pequeña planta
y desde el más pequeño insecto, hasta los astros que se mueven en el espacio, en todas partes vemos la prueba de tu cuidado paternal, por eso, ciego es el que no
te reconoce en tus obras, orgulloso es
el que no te alaba, e ingrato el que no te da las
gracias.
II.
"¡VENGA A NOSOTROS TU REINO!"
Señor, has dado a los hombres leyes plenas de sabiduría, que los harían felices si las
observaran, con esas leyes harían reinar entre ellos la paz y
la justicia, se ayudarían
mutuamente en vez de perjudicarse como lo hacen, el fuerte sostendría al débil en lugar de abrumarlo, evitando los males que engendran los abusos y los excesos de todas clases. Todas las
miserias de la Tierra tienen su origen en la violación de tus leyes, porque no hay una sola infracción que no tenga
fatales consecuencias.
Has dado al animal el instinto, que le traza el límite de lo necesario, y automáticamente se conforma a él, pero al hombre además de su
instinto, le diste la inteligencia y la
razón, también le has dado la libertad de cumplir o de infringir aquellas de tus leyes que le conciernen específicamente,
es decir, le has dado la libertad de elegir
entre el bien y el mal, a fin de que tenga el mérito y la responsabilidad de sus
acciones.
Nadie puede alegar que ignora tus leyes, pues con tu providencia paternal has querido que estuviesen grabadas en
la conciencia de cada uno, sin distinción de cultos ni de naciones, los que las violan,
es porque te desconocen.
Llegará un día, según tu promesa, en que todos las practicarán, entonces la incredulidad habrá desaparecido, todos
te reconocerán como el Soberano Señor de todas las cosas, y el reinado de tus leyes será el de tu
reino en la Tierra.
Dígnate Señor, apresurar su advenimiento, dando a los hombres la luz necesaria para conducirlos al camino de la verdad.
III.
"¡HÁGASE TU VOLUNTAD,
ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO!".
Si la sumisión es un deber del hijo para con su padre y del inferior para con su
Superior ¡cuánto más grande debe ser la
de la criatura para con su Creador!, Hacer tu voluntad, Señor, consiste en respetar tus leyes y someterse sin murmurar a tus
designios divinos, el hombre se someterá a ellos, cuando comprenda que sois origen de toda sabiduría, y que sin vos nada puede, entonces respetará tu voluntad en
la Tierra, como los elegidos la respetan en el Cielo.
IV. "EL
PAN NUESTRO DE CADA DÍA, DÁNOSLO HOY".
Danos el alimento para conservar las fuerzas del cuerpo,
danos también, el alimento espiritual para desarrollar nuestro Espíritu.
El animal, encuentra su comida, pero el hombre debe su sustento a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia porque lo creaste libre.
Tú le has dicho: "Extraerás el alimento de la tierra con el sudor de tu frente", así transformaste el trabajo en una obligación, a fin de que los hombres ejerciten su inteligencia, buscando los medios de proveer sus necesidades y su
bienestar, los unos por el trabajo material, y los otros por el trabajo
intelectual, sin el trabajo quedaría estacionado
y no podría aspirar a la felicidad de los
Espíritus Superiores.
Ayudas al hombre de buena voluntad que confía en ti, para obtener lo necesario,
pero no al hombre que se complace en la ociosidad, que todo quisiera obtenerlo sin
esfuerzo, ni al que busca lo superfluo.
¡Cuántos hay que sucumben por su propia falta, por su desidia, por su imprevisión o
su ambición, y por no haber querido contentarse con lo que les habéis dado! Esos son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho de quejarse, porque son castigados por donde han pecado.
Pero ni aún a esos abandonáis porque sois infinitamente misericordioso, sino que les tendéis una
mano caritativa desde el momento en que como el hijo pródigo, vuelve sinceramente
a ti.
Antes de quejarnos de nuestra suerte,
preguntémonos si es producto de nuestras
propias acciones, a cada desgracia que nos sucede, preguntémonos
si hubiese dependido de nosotros el evitarla, pero digamos también que Dios nos ha dado la inteligencia para salir del atolladero, y
que de nosotros depende el hacer uso de
ella.
Puesto que la ley del trabajo es la condición del hombre en la Tierra,
concédenos el valor y la fuerza para
cumplirla, dadnos también la prudencia,
la previsión y la moderación, con el fin de no perder el fruto de este trabajo.
Dadnos pues, Señor, nuestro
pan de cada día, es decir, los medios de adquirir con el trabajo las
cosas necesarias de la vida, porque nadie tiene derecho de reclamar lo
superfluo.
Si nos es imposible trabajar, confiamos en vuestra Divina Providencia.
Si nos es imposible trabajar, confiamos en vuestra Divina Providencia.
Si entra en vuestros designios el probarnos por las más duras privaciones, a pesar de nuestros
esfuerzos, las aceptamos como justa
expiación de las faltas que hayamos podido cometer en esta vida o en una vida precedente, porque eres justo, sabemos que no hay penas inmerecidas, y que jamás castigas sin causa.
Preservadnos, Dios mío, de envidiar a
los que poseen lo que nosotros no tenemos, ni contra aquellos que tienen lo superfluo cuando a
nosotros nos hace falta lo necesario.
Perdonadles si olvidan la ley de caridad y de amor al prójimo que les habéis enseñado.
Aparta también de nuestro Espíritu el pensamiento de negar tu justicia, viendo prosperar al
malo, y al hombre de bien sumergido algunas veces en la desgracia.
Gracias a las nuevas enseñanzas
que tuviste a bien darnos, sabemos ahora que tu justicia se cumple inexorablemente sin excluir a nadie, que la prosperidad material del malvado es efímera como lo es también su
existencia corporal, y que sufrirá terribles contratiempos, mientras que la alegría reservada al que sufre
con resignación será eterna.
V.- "PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASÍ COMO
NOSOTROS PERDONAMOS
A NUESTROS DEUDORES".
"PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS, ASÍ
COMO
NOSOTROS PERDONAMOS
A LOS QUE NOS HAN
OFENDIDO".
Cada una de nuestras infracciones a tus leyes, Señor, es una ofensa que te
hacemos, y una deuda contraída, que tarde o temprano tendremos que saldar.Te
solicitamos que nos las perdones por tu infinita misericordia, y os prometemos esforzarnos para
no contraer nuevas deudas.
Tú nos has impuesto como ley expresa la caridad, pero la caridad no sólo consiste en asistir a nuestros semejantes en sus
necesidades:consiste también en el olvido y en el
perdón de las ofensas. ¿Con qué derecho reclamaríamos tu indulgencia,
si nosotros mismos no la aplicáramos en relación con
aquellos de quienes nos quejamos?
¡Dadnos Dios mío!
la fuerza para reprimir en nuestra Alma todo sentimiento, de odio y de rencor, "haz que la
muerte no nos sorprenda con deseos de venganza en el corazón". Si hoy
mismo os place el quitarnos la vida, haz que podamos presentarnos ante tí,
limpios de toda animosidad, a ejemplo de Cristo, cuyas últimas palabras fueron de clemencia para sus verdugos.
Las persecuciones que nos hacen padecer los malos, son parte de nuestras pruebas
terrenales y debemos aceptarlas sin murmurar, al igual que todas las otras pruebas, y no maldecir a aquéllos que con sus
maldades nos facilitan la senda hacia la felicidad eterna, puesto que nos dijiste por boca de Jesús: "¡Felices los que sufren por la justicia!" bendigamos pues, la mano que nos hiere y nos humilla,
porque las heridas del cuerpo
fortifican nuestra Alma, y
seremos elevados a consecuencia de nuestra humildad.
Bendito sea tu nombre, Señor, por habernos enseñado que nuestra suerte no está irrevocablemente fijada después de la muerte, y que encontraremos en otras existencias los
medios de rescatar y de reparar nuestras faltas pasadas, cumpliendo en una nueva,
lo que no podemos hacer en esta, para nuestro adelanto.
Con esto se explican, por último, todas las aparentes anomalías de la
vida, pues es la luz derramada sobre nuestro pasado y nuestro porvenir, la señal evidente de tu soberana justicia y de tu bondad infinita.
VI. "NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN,
MÁS LÍBRANOS DE TODO MAL''
Dadnos Señor, fuerza para resistir a las sugestiones de los malos Espíritus que intentan
desviarnos del camino del bien, inspirándonos malos pensamientos.
Pero nosotros mismos somos Espíritus imperfectos encarnados en la Tierra, para expiar y mejorarnos. La causa primera del mal reside en nosotros, y los malos Espíritus no
hacen más que aprovecharse de nuestras inclinaciones viciosas, en las
cuales nos mantienen para tentarnos.
Cada imperfección es una puerta abierta a su influencia, mientras que son impotentes y renuncian a toda tentativa
contra los seres perfectos. Todo lo que nosotros podamos hacer para separarlos, es inútil, si no les oponemos una voluntad inquebrantable en
el bien, renunciando absolutamente al mal. Es pues, necesario, dirigir nuestros esfuerzos hacia nosotros mismos, y entonces los malos Espíritus se alejarán naturalmente, porque el mal es el que los atrae, mientras que el bien los rechaza.
Señor, danos amparo en relación con nuestra debilidad, inspirándonos a través
de la voz de nuestros ángeles custodios
y los Buenos Espíritus, la voluntad de corregirnos de nuestras
imperfecciones, con el fin de cerrar a los Espíritus impuros el acceso a nuestra Alma.
El mal no es obra tuya, Señor, porque
la fuente de todo bien, no puede generar nada malo, nosotros mismos
somos los que creamos el mal, infringiendo vuestras leyes por el mal uso que hacemos de la libertad que nos
has dado. Cuando los hombres observen tus leyes, el mal desaparecerá de la
Tierra como ha desaparecido de los mundos más avanzados.
El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo parece irresistible
a los que se complacen con él.
Si tenemos la voluntad de hacer el mal, tendremos también la de hacer
el bien, por eso, Dios mío, solicitamos tu asistencia y la de los Buenos
Espíritus para resistir a la tentación.
VII. "ASÍ SEA".
¡Sea tu voluntad, Señor, que nuestros deseos se cumplan!, no obstante nos
inclinamos ante tu sabiduría infinita. Sobre todas las cosas que no nos es dado comprender, se haga tu santa voluntad, y no la nuestra, porque sólo quieres nuestro bien y sabes mejor que nosotros lo que nos conviene.
Te dirigimos esta plegaria, ¡oh
Dios!, por nosotros mismos, y también por todas las
Almas que sufren, encarnadas o desencarnadas, por nuestros amigos y nuestros enemigos, por todos
aquellos que pidan nuestra asistencia, y
en particular por:
...............................,
Para todos suplicamos, tu
misericordia y tu bendición.
Nota.- Ahora se pueden
formular las gracias a Dios por
lo que nos haya concedido, y lo que cada
uno quiera pedir para si, o para otro.
Para suplir el vacío que la concisión
de esta oración deja en el pensamiento, según
la recomendación y con la asistencia de los Buenos Espíritus, se ha añadido un comentario a cada preposición de esta plegaria, que desarrolla su sentido y enseña
sus aplicaciones.
Según las circunstancias y el
tiempo disponible, se puede decir la Oración Dominical:
"en
su forma simple, o en la desarrollada".